Cuando convivimos con alguien, es inevitable que los conflictos surjan. La sana convivencia en el hogar no solo es importante con tu familia, también lo es con cualquier otra persona con la que vivas.
Y es que está claro que cada vez hay relaciones en el hogar más diferenciadas. Cuando alguien piensa en el hogar, inmediatamente piensa en la familia, pero hay amigos o estudiantes que conviven juntos, y si la relación de convivencia no es sana, se puede ver mermada su amistad.
Por eso creo que es muy importante, más que solamente “tener una actitud positiva”, ser conscientes de los tres grandes errores que podemos cometer y que debemos evitar en el hogar. Aquí van.
Nunca grites
Está claro que cuando hay convivencia hay conflicto, pero hay límites que jamás deberíamos traspasar, o luego será muy fácil seguirlos rebasando aunque sea sin querer.

Uno de estos límites más evidentes son los gritos. Son unas de las prácticas más nocivas en los hogares, y es que transpiran agresividad e incomodidad. Cuando una persona te grita, solo tienes ganas de gritarle de vuelta o salir huyendo de ahí. Te sientes atacado, en tu propia casa.
“El grito es un mal hábito que habría que erradicar de los hogares”
Esto es algo inaguantable para cualquiera. Hasta para el que grita. Lo peor es que posiblemente es consciente de lo que está haciendo, pero simplemente no puede parar.
El grito empieza siendo algo que hacemos por una subida de mal humor y pasa a convertirse en costumbre fácilmente. El grito es un mal hábito que habría que erradicar de los hogares. Lo digo muy en serio.
Además, es una conducta que se alimenta a sí misma. Cuando gritas, las personas paran todo lo que están haciendo te hacen caso. Esto puede parecer algo positivo, pero lo que estás haciendo en generar estrés en los demás.
El grito, reforzado por la atención de los demás, sigue haciendo cada vez más en el tiempo y acaba siendo una costumbre de la que no te das cuenta.
Luego, te ves sorprendido con que cualquier cosa es suficiente razón para empezar a gritar. Os gritáis a todas horas, en casa o en la calle. Y pasáis mucha vergüenza. La relación, si esto siguiera, empezaría a resquebrajarse.
Todo se vuelve violento y cualquier cosa que normalmente se solucionaría con una pequeña conversación se convierte en una dramática e innecesaria discusión. Todo es motivo suficiente para alzar la voz.
Esto se debe acabar… ¡¡YA!!
En el fondo, hay muchas personas que gritan porque, por esa misma costumbre, piensan que si no lo hacen nadie les hará caso. Ya forma parte de su personalidad, por defecto. Es una forma de sentirse más poderoso enfrente de los demás. Es dañino y no te llevará a ningún lado.
Todas las personas del mundo se merecen que les hablen con respeto y amabilidad. Hablar suavemente debe ser el sustituto de esta tóxica conducta.
Las personas que reciben los gritos deberán mediarlo, parando los pies en el acto al que grita. Una buena forma de contrarrestar el grito es declarando la norma de “en esta casa no se grita” y si alguien lo hace se le deja de escuchar. Da igual quién sea.
Cualquier discusión debería de acabar bien, con el mutuo entendimiento de ambas personas, no con una bronca.
Ten tu espacio personal
No hay nada peor que tener tu habitación compartida con alguien con el que no tienes una relación íntima. Cada persona necesita su espacio personal, eso es clave.

Respetar los espacios de los demás también debe ser una de las bases sobre la que vuestra relación debe asentarse. Esto tiene diferentes implicaciones.
Por una parte, deberemos entender que cada persona necesita un lugar donde sentirse tranquilo y seguro. Un lugar donde sepa que nadie lo va a molestar. Esto también servirá para tener un mejor desempeño en temas relacionados con el trabajo, sobre todo si estamos hablando de personas que trabajan desde casa o estudiantes. La concentración aumentará claramente.
Yo soy bastante sensible con este tema, porque me siento invadido con facilidad.
A mí, por ejemplo, no me gusta nada que nadie entre en la habitación donde estoy escribiendo sin previo aviso o por la espalda. Me da un susto de muerte. La molestia que eso me genera, normalmente ha conseguido que acabe instalándome en habitaciones apartadas de la casa, como la buhardilla.
Prefiero darme cuenta con tiempo de cuando alguien va a entrar en mi espacio vital y va a interrumpir mi momento de concentración. Y a pesar de ello, sigue siendo un poco molesto, sobre todo cuando escribo artículos importantes como este, pero lo tolero mejor.
Esto no solamente conlleva el espacio físico en el que convive la persona. Esta tranquilidad sería positivo que se extendiera en sus posesiones.
Una persona debe sentir que en su hogar nadie le va a importunar, agredir ni mucho menos robar. Debe hacer un respeto por las pertenencias de las personas con las que convives. No toques nada suyo sin su permiso.
Es mejor, de hecho, pedir permiso a pesar de parecer insistente antes de tocar algo que no es tuyo. A menos, claro que hayáis acordado con esa persona que podáis usar libremente aquello. Aunque sea de una persona en concreto.
Un ejemplo bastante cotidiano de objetos de libre acceso son las consolas de videojuegos. Hay muchas personas que, conviviendo, comparten los juegos y consolas, dado que hay que tenerla siempre enchufada a un monitor no tendría sentido tenerla que desmontar cada vez que se acaba una sesión de juego.
En cuanto a espacios, también podríamos hablar del espacio psicológico. La privacidad de cada uno debe de respetarse, y si alguien cierra la puerta para cambiarse o hacer lo que sea, no la deberemos de abrir nosotros.
Estaría bien tener un código para que entendamos cuando es momento de molestar al otro y cuándo no. Tal vez, una señal en el picaporte, horarios concretos de trabajo, o directamente la puerta cerrada.
No cargues de tareas a nadie
No está bien que alguien de la casa sea el encargado de hacerlo TODO, eso está claro.

Por suerte, empieza a perderse la costumbre cultural de que la mujer debe hacerlo todo en casa. Dado que la mujer es también una trabajadora en nuestra sociedad, y no una ama de casa, no tiene sentido que recarguemos en la mujer de la casa las tareas de cualquier tipo.
Lo ideal será distribuir vuestras tareas de una forma equitativa, ¿no crees?
Mi recomendación es que intentéis repartiros lo que mejor toleréis o lo que os guste más. En mi caso, me gusta hacer la colada, limpiar los cristales, fregar los platos y me parece tolerable el aspirar. Mientras que odio cocinar y fregar el WC.
A mi mujer le gusta cocinar, ver mi cara de satisfacción al comer cosas ricas y tolera mejor que yo el fregar el WC. Aunque odia hacer la colada, aspirar y limpiar cristales.
¿Ves cómo nos complementamos? Todo ha sido hablando.
Lo mejor es que para saber todo esto os sentéis a hablar para organizar vuestras tareas. De esta forma, habrá un orden y cada uno conocerá su rol en el mantenimiento del hogar. Si una de las dos personas no está trabajando y dispone de más horas, lógicamente le tocará hacer más tareas, pero será de una forma consensuada.
Así, trabajaréis la solidaridad en el hogar. Un concepto que a los niños les vendrá muy bien trabajar.
Ya sabes. Tu hogar es un lugar muy importante, que debes procurar cuidar. Es donde pasarás más tiempo durante tu vida actual, así que intenta hacer las cosas bien. Sigue estos consejos y la convivencia en vuestro hogar será mucho más sana, seguro.